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jueves, 1 de septiembre de 2011

LAS HIENAS

Las hienas, los buitres, son animales y son además animales carroñeros. Ellos son así. Es su naturaleza. Hay también insectos coprófagos. O sea que se alimentan de la mierda. Cuando uno los mira desde su humanidad, siente repulsa o asco. Pero para ellos no hay nada de asqueroso o reprobable en lo que hacen. Son así. Es su naturaleza y punto.



El problema está cuando quienes no deben tener ese comportamiento lo tienen. Entonces sentimos un asco diferente al que nos provocan los animales, que en última instancia están haciendo su vida. El problema está cuando quienes comen mierda y se alimentan de carroña son personas, seres humanos como uno.



Han pasado apenas unas horas de la aparición del cadáver de Candela (ese rapto, esa muerte que se nacionalizó sobre toda otra noticia y se convirtió en el tema de la semana, ese tema de la semana que da respiro a unos pero que luego será arrojado al tacho de basura de "temas de la semana" como si nada hubiera pasado) y los buitres, esos cuyas sombras se proyectaban sobre el piso en los últimos días, se han lanzado en picada. Y con ellos llegaron las hienas. Y los insectos coprófagos.



Ya, hoy jueves a las ocho de la mañana, en el programa de Magdalena se están reproduciendo grabaciones de conversaciones entre supuestos captores y parientes de la niña. Ya. Imagino que esto se repetirá en muchas otras radios y canales de televisión. Apenas 16 horas después que apareció el cadáver de una niña que fue asesinada sin piedad, sacrificada quien sabe por qué, su vida sesgada por ¿otros seres humanos?. (Aquí habría que hacer una disgresión para tratar de entender o explicar o poner en palabras cómo es posible y qué pasa en una sociedad que es capaz de producir este tipo de ¿bestias?, ¿monstruos? que llevan adelante un hecho de tal atrocidad. Pero para escribir sobre esto hay mentes más preparadas que seguramente se encargarán de tratar de dilucidar o de explicar aunque sea tangencialmente qué es lo que pasa por la cabeza de alguien que hace lo que ellos hicieron. Será, por supuesto, algo inasible, como lo ha sido el comportamiento bestial que han tenido nuestros militares durante la dictadura, los nazis, los torturadores de Papá Stalin, los genocidas de la historia moderna de la humanidad, u otro tipo de asesinos más cotidianos. Pero no es el tema sobre lo que hoy estoy escribiendo).



Decía, ya los medios de comunicación se revuelcan sin sentir asco alguno en el charco de la mierda, el barro y las entrañas que todavía largan humo de calor, tan tibias todavía están. Y lo hacen desde un afán informativo que no es tal. Claro que no están solos. Las grabaciones que se escucharon en el programa de Magdalena (que no sólo fueron escuchadas durante su programa sino remarcadas y traducidas por la propia Magdalena, ya que el volumen del audio era poco claro) no llegaron ahí por sí solas. Alguien las entregó. Alguien a quien la mierda tampoco le da asco. Es claro quién (aunque no tenga nombre y apellido) y porqué (aunque no sepamos el monto). Es claro también que para que estás grabaciones llegaran ahí, alguien se ocupo de conseguirlas. Porque a algunos buitres, a algunas hienas, a algunos coprófagos, esos que no son animales, sino que se visten con traje y tienen buenos modales, no les alcanza sólo con la carroña y la mierda. Van por más. Y más siempre es poco, con tal de ser escuchados por un poco más de gente o vistos por algunos puntos más de raiting (que al final, para cierta gente, quienes estamos de este lado, sólo somos eso). Nunca alcanza. Porque si su finalidad fuera hacer periodismo, informar, pues eso harían. Informarían. Revolver en la basura, revolcarse en la mierda, masticar entrañas no es informar. Es dar asco. Porque eso lo hacen los animales. Y está bien que lo hagan. Para eso son animales. Pero no nosotros. Cuando lo hacemos nosotros dejamos de ser lo que somos.



Respeto, Magdalena y Cia. Respeto señoras y señores. Ha muerto una niña de 11 años. Cállense la boca, informen lo que haya para informar sobre el caso cuando haya información, no cuando haya humo, aire y tiempo para rellenar y taladrar cabezas con suposiciones que se proyectan hasta el infinito, sino cuando haya algo real para informar. ¿No aprendieron nada del caso Belsunce?. ¿No se cansaron de crucificar gente durante el caso Dalmasso?. ¿No les alcanza nunca la sangre, el dolor ajeno, la muerte?. ¿No es suficiente con eso que revuelven y revuelven para ver qué hedor pueden vender con tal de vender un poco más?.



Respeto señores y señoras periodistas. A veces el silencio no es censura: es una simple muestra de humanidad.

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