“Y qué querés macho” nos dice un distendido John Mc Cain, mientras se rola un caño de marihuana para relajarse después de tanto stress. “Bush me dejó un tomuer imposible de levantar” agrega después de haber dado dos pitadas largas a su cigarrillo de Mary Jane. “Era imposible que ganara. Encima me la ponen a la loca esta de los rifles y los trajes caros al lado, que se hace la conserva y tiene una hija, menor de edad que es más trola que Michael Jackson. Así no se puede”. Mientras nos pasa el cigarro de marihuana que amablemente rechazamos, le pregunta a la mujer si queda “algo de esa heroína que nos mandaron nuestros contactos en Laos”. “No querido, solo hay 200 gramos de la cocaína que te regaló Uribe por seguir hablando mal de Chavez”. Le preguntamos por la crisis financiera. Mc Cain lo piensa unos momentos. “Amor, hazte un par de rayas” le dice a su compañera. La mujer sonríe a éste cronista. “Este John, siempre igual: con la excusa de su brazo dañado por la tortura, siempre soy yo la que pica la merca”. ¿Cree que el salvataje financiero servirá para algo?. “Amigo: ya no me importa” dice y aspira la tercera de cuatro rayas de cocaína que aspirará en menos de un minuto y medio. “Ahora que se ocupe Barack...”. Se queda en silencio mirando un punto fijo en una de las paredes. ¿Entonces usted afirma que la razón de su derrota fue la “pesada herencia” que le dejara Bush?. Mc Cain nos mira con los ojos rojos y desorbitados. “¿Quien es usted?. ¡Querida!. ¡Tenemos un comunista en el living!” grita desencajado. Amablemente la esposa de Mc Cain nos sugiere que mejor “váyase a la mierda. Cuando fuma, chupa y se pone tan duro es capaz de cualquier cosa. Mejor, sigamosla otro día”. ¿Mañana?, preguntamos. “Ni en pedo: no sabe con la resaca que queda este hijo de puta después de tomar tanto. Hasta luego” nos saluda con simpatía. Mientras nos vamos la escuchamos gritar “John, bajate de ahí. ¡Siempre lo mismo cuando te pasás de rosca!”.
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