¿PARA QUE ESCRIBO?

Uno, que escribe, hace éste diario, semanario, quincenario o como quieren llamarlo, de humor, con mucha seriedad, aunque no se note, aunque abunden las malas palabras, aunque abunden los insultos a esos que nos insultan con el trato que nos dispensan día a día, tomándonos a todos por imbéciles. Intenta, uno que escribe, provocar una sonrisa y mediante el humor, hacer reflexionar mientras se divierte (mucho) escribiendo. Porque para divertir, hay que divertirse. Al menos es así para quien escribe estas líneas. Pero claro, aún intentando transmitir algo sin querer hacerlo, se encuentra con una foto como la que ilustra la nota de más abajo y toda la teoría, todo el humor, todas las ganas de transmitir algo sin decirlo directamente, se le van al carajo. Cuando un grupo de países que se llaman a sí mismos Primer Mundo ponen 900 mil millones de dólares (intenten dimensionar esa cantidad de dinero) para salvar a un grupo de banqueros hijos de puta y bancos que se dedicaron por décadas a rompernos el orto a todos nosotros, en vez de usarlos en algo que valga la pena, en algo que importe en serio como por ejemplo, que se yo, salvar a cientos de decenas de miles de niños que se mueren de hambre en Africa, en Asia, en Estados Unidos, o cruzando la General Paz, a construir un mundo un poquito mejor, o a arreglar los desastres que vienen haciendo desde hace siglos, uno, que escribe, y que es lo que mejor sabe hacer, se pregunta "¿Primer Mundo?" y siente ganas de hacerse talibán y volar un 747 hasta estrellarse en el ojete de esos hijos de remilputas que se lo pasan de fiesta usando al Planeta Tierra como si alguien les hubiera dado permiso para apropiárselos y jodernos a todos. Uno escribe, y no va a salir a robar ese 747, aunque ganas no le faltan. Pero bueno, siendo realista, sigue tecleando a ver si pasa algo, rogando, a pesar de su cinismo y su falta de fe en gran parte de la raza humana, que algo cambie en alguna parte. Seguro que si, que algo va a cambiar, porque si quien escribe estas líneas no tuviera esa íntima esperanza, ¿para qué seguir escribiendo?.