¿Por qué “El
abismo”? Porque la grieta se hizo abismo, y del abismo no se vuelve más. No hay
retorno. No hay puentes. Había puentes en la grieta, y hasta ahí. Pero el 1 de
Agosto pasado esos puentes, endebles, volaron por el aire.
Ese 1 de Agosto,
44 efectivos del Escuadrón de Gendarmería de El Bolsón participaron en la
represión llevada adelante en el Pu Lof en Resistencia Cushamen. Ese día
desapareció Santiago Maldonado, vecino de El Bolsón. Sí, porque Santiago era
vecino de El Bolsón: tiraba paño en la Biblioteca Sarmiento, andaba por la
Feria, vivía en una pequeña casa que le habían prestado, al lado de la
Biblioteca Popular del Río, una casa que allanaron con 30 policías federales,
un juez y un dron, tirando abajo la puerta de una patada, como si estuvieran
buscando a un criminal. Lástima que el impresentable Otranto (decirle juez es
decirle algo que, claramente, no es, por más que ese sea su actual empleo) no
haya puesto el mismo ímpetu para allanar Gendarmería en cuanto se presentaron los
3 primeros habeas corpus para saber dónde estaba Santiago Maldonado. Lástima
que Otranto haya tardado 9 días en peritar los vehículos usados por la
Gendarmería (experta en pericias) en la represión o en llamar a declarar a los
gendarmes recién 43 días después de ocurrida la desaparición de Santiago, 43
días en los que se dedicó a criar bonsáis y no a llevar adelante la tarea que
debería haber llevado adelante.
Más allá de
esto, esta claro que en El Bolsón, algo se rompió y que ya no tiene arreglo.
Habría que preguntarse si alguien recuerda que alguna vez la Gendarmería de El
Bolsón haya tenido que arrojar gases contra una marcha que llegó hasta el
Escuadrón para gritarles “asesinos” y para preguntarles “¿Dónde está Santiago
Maldonado?”. Es de suponer que nunca antes sucedió algo así.
Desde el
unitarismo porteño se decidió utilizar a las fuerzas locales para reprimir. Esa
represión culminó con la desaparición forzada de Santiago Maldonado. Hasta
entonces, Gendarmería era una fuerza que, para la gran mayoría de quienes
vivimos aquí, pasaba inadvertida, más allá de algún control esporádico en la
ruta, o control de documentación en algún viaje en micro. A pesar de ser una
institución cerrada, endogámica y católica, no había ningún problema en la
convivencia diaria. De hecho, parte de la población se siente orgullosa de
tener un Escuadrón de Gendarmería en la localidad, participa del Día de la
Gendarmería, etc. Para otra parte, siempre serán parte del estado represivo del
estado (lo son) y los verán con malos ojos. El “contrato social” del que José
María Mendes hablaba en su columna radial de hace 2 semanas, era respetado.
Hoy, con
directivas llegadas desde Capital, bajadas por el gobierno más unitario que
hayamos tenido en democracia, sin tener en cuenta ninguna particularidad de la
zona en la que este escuadrón está emplazado, tras darle a Gendarmería un nuevo
papel (el papel de la represión interna que Cambiemos y sus aliados quieren
darle a las FFAA pero a lo que todavía no se animan), el Escuadrón de El Bolsón
participó de la represión en el Pu Lof. Y ahí, desapareció Santiago Maldonado,
de El Bolsón.
Esposas, novias,
novios, hijos, hijas, esposos de gendarmes y gendarmes son nuestr@s clientes,
compañer@s de estudio, alumn@s. No están allá lejos, como pasa en las grandes
ciudades. No. Están acá al ladito. Compartimos cursos, compramos en los mismos
lugares, nos sentamos en las mismas pizzerías. Nos conocemos, más o menos, pero
nos conocemos. Y ahora sabemos que Santiago Maldonado está desaparecido y sospechamos
muy firmemente (y hasta estamos seguros, dada la titánica e inconmensurable
reacción del Gobierno y de los medios de comunicación que lo acompañan) que la
responsable fue la Gendarmería. Porque fue la institución. Porque si un
gendarme hizo algo con Santiago, no lo hizo sólo. Y si lo hizo sólo, sus
compañeros se encargaron de encubrirlo. Y si sus compañeros se encargaron de
encubrirlo, los que lo supieron, callaron. Y si todos callaron, no fue un
gendarme sólo: fue la institución.
Y hoy siguen
callando.
Y seguirán
callando. ¿Acaso ustedes en más de 30 años, escucharon a alguien que haya sido
parte del aparato represivo de la Dictadura arrepentirse? Sólo Scilingo, en
1995. Y fue una excepción. No estamos comparando a este gobierno con la
Dictadura. Simplemente señalando que si no se sabe la verdad ahora, con suerte,
tendremos que esperar 15, 20 o 30 años para que eso suceda. Y no podemos
permitírnoslo.
Hoy, para
muchos, muchos de nosotros, todos los gendarmes son sospechosos. Y ellos lo
saben. Ya han estado en la Escuela 270 dos padres vestidos con sus uniformes de
gendarmes tratando de averiguar porque un maestro de 5to grado se “atrevió” a
hablar de Santiago Maldonado en el aula. Ya han mirado mal a Darío, un vecino
del Barrio Industrial, cuando estaba distraído en el ACA esperando que le
llenara el tanque de nafta. Ya han arrojado gases lacrimógenos a una parte de
la última marcha (es verdad que fue el grupo que bajó de la ruta aunque sea
había acordado no hacerlo; pero los gases se los arrojaron). Están a la
defensiva. Y a la defensiva, se podrán prepotentes. Violentos ya se pusieron, y
fue el 1 de Agosto pasado, cuando desapareció Santiago.
Ahí se abrió un
abismo, y ese abismo es insalvable. Cómo vamos a regenerar este tejido social
que se rompió (y que es azuzado por los mismos de siempre, cuyos apellidos ya
todos conocemos y que, oh casualidad, al indagar un poco, también son “amigos”
de Lewis y, si seguimos rascando un poquito, ya sabemos todo lo que van a
responder), cómo vamos a convivir con quienes, como mínimo, son cómplices del
silencio, es algo que por ahora no tiene respuesta y que difícilmente, muy
difícilmente, pueda tener solución. Porque si esto se resuelve, si Santiago
aparece o si los responsables – toda la cadena de responsables – son apresados,
y si estos responsables involucran, como creemos, a toda una cantidad de
gendarmes que viven en El Bolsón, todos los que queden, habrán sido cómplices.
Y si esto no se resuelve y el impresentable Otranto y el gobierno logran
dilatar y diluir esto en el paso del tiempo – cosa que no debemos permitir -
¿qué le impedirá a Gendarmería volver a hacerlo? ¿Qué le impedirá comenzar a
comportarse como una fuerza de ocupación, si cuando desaparece a un vecino de
nuestra localidad, no hay castigo? Tal vez este cierre suene fatalista, pero
¿qué se los va a impedir? Si Nocetti andaba “de paseo” por Vuelta del Río y
paró a saludar. Si Bullrich dijo que no va a tirar a ningún gendarme por la
ventana y que ella se la banca Si ahora no quiere “estigmatizar” a un gendarme
y el gobierno no entregó los testimonios que tenía de los gendarmes ¡desde el
16 de Agosto pasado!. Si un diario llegó a publicar que “El barrio donde todos
se parecen a Santiago Maldonado”.
Leamos esto de
nuevo. Leámoslo detenidamente. Sin reírnos. Sin burlarnos. Leámos con atención.
“El barrio donde
todos se parecen a Santiago Maldonado”.
De ese grado de
locura, también nos separa un abismo.
Y cerrar como
corresponde, preguntando siempre ¿Dónde está Santiago Maldonado?
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